sábado, 31 de diciembre de 2011

Consumo desatado, irracional y sobre todo monstruoso.

En estas fechas, teóricas de felicidad y no se que cuentos más, nadie parece darse cuenta de la injusticia que supone el sistema en el cual vivimos y perpetuamos a costa de nuestra propia felicidad en muchas ocasiones, pero sobre todo a costa de las clases sociales más bajas y de las personas de los países más pobres. Encima somos tan tremendamente idiotas que nos ponemos a consumir productos caros y superfluos en la época del año que están más caros todavía, puesto todos vamos en masa  a cumplir la mayor tradición del ser humano que es hacer el imbécil de forma colectiva y por intereses privados de personas muy concretas. 

Y todo esto a pesar de que conocemos las duras condiciones a las que están sometidos los trabajadores del mundo que nos hacen nuestros productos. Navidad más que ninguna otra fiesta es una fiesta de la hipocresía, la gente debe empezar a cuestionar lo que ocurre en su día a día si queremos hacer algo para cambiar las cosas, mas realmente nos importa muy poco siempre y cuando no nos afecte personalmente o en nuestra propia calle. Estamos sometidos a un lavado de cerebro para seguir moviendo los engranajes de esta monstruosa sociedad, porque una cosa está clara, sin la participación de la gente ningún régimen o sistema económico funciona.

Deberíamos celebrar los logros de la humanidad, aunque claro, quizá no tendríamos nada que celebrar.

 

                                                A décadi, 10 de nivoso del 220                   

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Un calendario laico ¿es posible?

Lo es y de hecho ya existe, el calendario republicano o calendario revolucionario francés, creado durante la Revolución francesa, fue utilizado desde 1792 a 1806 y durante la breve Comuna de París en 1871. La Revolución quería hacer de Francia un Estado laico, este calendario tenía por objeto borrar de la memoria de los franceses el calendario gregoriano, estrechamente ligado al cristianismo, apoyándose en el sistema decimal.
La invención del calendario fue progresiva, después de la toma de la Bastilla (14 de julio de 1789) ya hay un intento de llamar al 1789 como el año I, aunque manteniendo los meses y los días del gregoriano. El primer día del año IV (22 de septiembre de 1792) la Convención nacional decreta que: "todos los actos públicos serán datados, en adelante, a partir del año I de la República". El 20 de septiembre de 1793 Charles-Gilbert Romme con el Comité de instrucción pública presentan a la Convención el que será el calendario republicano, que con algunos ajustes entra en vigor el 14 de vendimiario del año II (5 de octubre de 1793), considerando el año I a partir del 22 de septiembre de 1792 en el equinoccio de otoño. La nomenclatura de los meses y los días continuó con algunos cambios hasta un decreto final el 4 de frimario del año II (24 de noviembre de 1793), que dio su forma definitiva.

El año del calendario republicano cuenta con doce meses de treinta días cada uno, 360 días, más los cinco o seis días añadidos al final del año para completar el año tropical (365 días 5 h 48 m 45,9 s); cada mes está compuesto por semanas de 10 días (Primidi, Duodi, Tridi, Quartidi, Quintidi, Sextidi, Septidi, Octidi, Nonidi, Décadi). Los nombres de los meses y los días fueron realizados por el poeta Fabre d'Églantine con la ayuda de André Thouin, jardinero del Jardín de Plantas del Museo nacional de historia natural. Cada nombre de mes se basa en aspectos del clima o en momentos importantes de la vida campesina. De hecho el calendario que intenta ser "universal" está muy ligado a la actividad económica principal de la época, la agricultura, y también con obvia influencia del carácter francés. Cada día del año tiene su nombre propio, los nombres de santos son remplazados por frutas, legumbres, animales, herramientas, etc; los días quintidis tienen nombres de animales comunes y los décadis nombres de instrumentos agrícolas.

Los cinco o seis días del final del años (depende si es año sextilo o no) corresponden con el paso al equinoccio de otoño y se llamaron en primer momento las sans-culottides (haciendo referencia a los sans culottes, pequeña burguesía que se convirtió en la fuerza de choque popular que asalto la Bastilla y las Tullerías), pero en el 7 de fructidor del año III se pasaron a llamar "días complementarios". Eran unos días de celebración: día de la virtud, día del genio, día del trabajo, día de la opinión, día de las recompensas y día de la revolución (sólo los años bisiestos). 

Un calendario fácil, bonito y laico para utilizar (tal cual o con algunos cambios) en lugar del calendario gregoriano que la religión ha hecho suyo.

 A décadi, 30 de frimario del 220