En estas fechas, teóricas de felicidad y no se que cuentos más, nadie parece darse cuenta de la injusticia que supone el sistema en el cual vivimos y perpetuamos a costa de nuestra propia felicidad en muchas ocasiones, pero sobre todo a costa de las clases sociales más bajas y de las personas de los países más pobres. Encima somos tan tremendamente idiotas que nos ponemos a consumir productos caros y superfluos en la época del año que están más caros todavía, puesto todos vamos en masa a cumplir la mayor tradición del ser humano que es hacer el imbécil de forma colectiva y por intereses privados de personas muy concretas.
Y todo esto a pesar de que conocemos las duras condiciones a las que están sometidos los trabajadores del mundo que nos hacen nuestros productos. Navidad más que ninguna otra fiesta es una fiesta de la hipocresía, la gente debe empezar a cuestionar lo que ocurre en su día a día si queremos hacer algo para cambiar las cosas, mas realmente nos importa muy poco siempre y cuando no nos afecte personalmente o en nuestra propia calle. Estamos sometidos a un lavado de cerebro para seguir moviendo los engranajes de esta monstruosa sociedad, porque una cosa está clara, sin la participación de la gente ningún régimen o sistema económico funciona.
Deberíamos celebrar los logros de la humanidad, aunque claro, quizá no tendríamos nada que celebrar.
Deberíamos celebrar los logros de la humanidad, aunque claro, quizá no tendríamos nada que celebrar.
A décadi, 10 de nivoso del 220