sábado, 31 de diciembre de 2011

Consumo desatado, irracional y sobre todo monstruoso.

En estas fechas, teóricas de felicidad y no se que cuentos más, nadie parece darse cuenta de la injusticia que supone el sistema en el cual vivimos y perpetuamos a costa de nuestra propia felicidad en muchas ocasiones, pero sobre todo a costa de las clases sociales más bajas y de las personas de los países más pobres. Encima somos tan tremendamente idiotas que nos ponemos a consumir productos caros y superfluos en la época del año que están más caros todavía, puesto todos vamos en masa  a cumplir la mayor tradición del ser humano que es hacer el imbécil de forma colectiva y por intereses privados de personas muy concretas. 

Y todo esto a pesar de que conocemos las duras condiciones a las que están sometidos los trabajadores del mundo que nos hacen nuestros productos. Navidad más que ninguna otra fiesta es una fiesta de la hipocresía, la gente debe empezar a cuestionar lo que ocurre en su día a día si queremos hacer algo para cambiar las cosas, mas realmente nos importa muy poco siempre y cuando no nos afecte personalmente o en nuestra propia calle. Estamos sometidos a un lavado de cerebro para seguir moviendo los engranajes de esta monstruosa sociedad, porque una cosa está clara, sin la participación de la gente ningún régimen o sistema económico funciona.

Deberíamos celebrar los logros de la humanidad, aunque claro, quizá no tendríamos nada que celebrar.

 

                                                A décadi, 10 de nivoso del 220                   

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